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Forma parte de la responsabilidad social de las organizaciones en general, y de las universidades en particular, el desarrollar acciones que favorezcan un desarrollo sostenible. No es sólo una necesidad sentida en el planeta sino un compromiso que se generaliza cada vez más. Claro está que este buen propósito tiene como presupuestos que:

a- Se rechace la posición de Milton Friedman sobre el concepto de responsabilidad social, según la cual las organizaciones no deben pretender asumir obligaciones que no les corresponde y que vayan más allá de aumentar sus ganancias;

b- Las universidades desarrollen líneas de acción que le son propias y que se enmarcan muy bien en consensos internacionales sobre la materia. Por ejemplo, lo acordado en la Declaración del Milenio del año 2000, en la cual se consignan ocho objetivos que deberán ser cumplidos en el año 2015 por los 188 países firmantes, entre ellos Colombia. Los objetivos básicos a los cuales hace referencia esta Declaración, apoyada y coordinada por la Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la OCDE apuntan: a erradicar la pobreza extrema y el hambre; lograr la educación universal; alcanzar la igualdad de los géneros; reducir la mortalidad de los niños; mejorar la salud materna; combatir el VIH/SIDA; alcanzar la sotenibilidad del medio ambiente y fomentar una asociación mundial;

c- Tener un concepto claro de las exigencias del desarrollo sostenible a saber: la satisfacción de la necesidades fundamentales de la población, la protección de los recursos naturales mediante el empleo de tecnología limpias, no emprender acciones o políticas que sacrifiquen las generaciones presentes y futuras; y, sobre todo, facilitar la construcción de una sociedad centrada en lo humano, en la justicia y en el respeto a los derechos.
En esta dirección la responsabilidad social de las universidades en el medio latinoamericano conlleva un replanteamiento de sus formas de operación que ya viene siendo discutido en los foros internacionales a partir de los acentos puestos por la Conferencia Mundial de la Educación Superior (UNESCO/2009). Los tópicos centrales apuntan a la necesidad de incorporar en los esquemas de formación integral que brindan las universidades: buscar como objetivos de formación, además de la capacitación profesional de los estudiantes, el que éstos desarrollen competencias para afrontar difíciles situaciones de cambio y de incertidumbre; incrementar su capacidad para ubicar su disciplina en el campo de los problemas del desarrollo sostenible para poder hacer uso de ella de modo creativo e intensivo en la solución de problemas; y desarrollar la habilidad para trabajar con diferentes disciplinas lo cual los prepara para el trabajo interdisciplinario.

En sentido contario, encontramos con frecuencia en las universidades currículos poco flexibles centrados en el culto a la especialización; una ausencia de análisis en formación básica de los problemas del medio ambiente; inexistencia de trabajos de expertos entre las diversas facultades o centros de investigación; predominio de una doble cultura según la cual ser científico incluye la desvalorización de campos del conocimiento relacionados con la conducta humana y de sus efectos sobre la naturaleza; o, en el caso contrario, desconocimiento por parte de los humanistas de que la ciencia forma parte de la cultura. En el extremo, podemos encontrar Instituciones de Educación Superior (IES) en la cuales la problemática asociada el desarrollo sostenible es inexistente; como lo es la conciencia institucional de su responsabilidad frente a la sociedad y su destino. Para ellos, el cumplir con la Ley, ser fieles a su “misión desencarnada” y desentenderse de cumplir y dar respuesta a las expectativas que la sociedad tienen frente a ellas constituye lo central de su operación. Con ello, lo que queda por fuera de su interés es la “responsabilidad social de la universidad”.

Esta responsabilidad implica que las IES asuman críticamente su posición como espacios de formación del capital humano de cada país; que el desarrollo sostenible es una tarea de todos; que la responsabilidad social forma parte de la formación ética de los futuros profesionales y que, por lo tanto, es urgente que el proyecto académico de la institución debe estar acompañado de una estrategia de formación en materia de responsabilidad frente a la construcción del desarrollo sostenible necesario para el futuro de quienes han de venir.

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